Crónicas de un accidente
15 Abril 1998
-Despierta Germán. Por Dios, no
nos dejes ahora. Germán, no nos dejes ahora.
Esas palabras se me clavan como agujas
en la cabeza. Todas las noches la misma historia. Pesadillas. Se repiten una y otra vez, todas y cada una
de las noches que puede abarcar un maldito calendario. Hoy hace un año
exactamente desde su muerte. Lucia, te
echamos tanto de menos.
Yo, Germán Asensio; no me veía
capaz de criar a una niña solo.
El 15 de Abril de 1997 volvíamos a Llanes, nuestro pueblo; después de
una boda familiar. Silvia, mi hija…. Nuestra hija, no quería
venirse a la boda, así que la dejamos con su Tía.
Lo poco que recuerdo es que se
cruzo un ciervo por la carretera, un maldito ciervo. Después, oscuro. Entonces
ocurrió: “Despierta Germán. Por Dios, no nos dejes ahora. Germán, no nos dejes
ahora.” Escuche su voz, era la de Claudia, una amiga de la novia que vivía en
nuestro pueblo y accedimos a traerla. En ese momento, es ese maldito instante,
abrí los ojos y… Lucia no estaba allí. Con el coche volcado, Claudia estaba
intentando reanimarme, y lo consiguió, vaya que si lo consiguió, todavía me
estremezo entre dolores. Aun sigo pensando por qué razón Claudia decía: no nos
dejes, estando ella sola… Quizás, cuando claudia dijo eso, Lucia todavía estaba
viva, y salio a buscar ayuda y se perdió ¿no Germán? -No te inventes historias,
no te martirices más. Lo pasado, pasado es.
16 Abril 1998
Silvia sigue sin dirigirme
palabra. Pobre, a veces la escucho hablarle a su madre, hace como yo, se
auto-engaña para intentar no entrar en una profunda depresión.
Todavía no he salido ni un solo
día de mi casa. Mis heridas cicatrizaron solas, Dios sabe que odio los
hospitales. Hoy me dispongo a salir por primera vez.
Ya por la tarde, cogí mi chaqueta por que, pese a que Llanes sea un
pueblo costero, hace un frío que convierte la cara en una escultura rígida de
hielo. Llegué al puerto donde Lucia me dio el “si quiero”. Que recuerdos. De
repente me percate de una silueta que brotaba de entre la espesa y cándida
niebla. No le di importancia. Después de un breve paseo por el portuario
pueblo, volví a pasar por ese puerto que con tantos recuerdos me hacia deleitar.
Aún está ahí. Esa silueta. Ni un músculo movía. Al ir acercándome, poco a poco
descubrí que se trataba de una mujer, y aún mas cerca, que era un ilusión
óptica. Su silueta me hipnotizaba, me
recordaba a la de mi bella Lucia.
Volví a casa. Silvia estaba haciendo
deberes en su cuarto, para ser una niña de 10 años tiene bastantes. Me acerqué
a su puerta.
-¿Todo va bien Silvia?
(No hubo respuesta)
-Silvia, que mal he hecho yo para que no me hables. Yo no
tengo la culpa de que…
(Un silencio jugueteo por la sala)
17 Abril 1998
-Despierta Germán. Por Dios, no
nos dejes ahora. Germán, no nos dejes ahora.
2:30 de la madrugada. Hora del
accidente. Hora de las pesadillas. Siempre a la misma hora, escucho esa frase y
PUM. Me despierto entre sudores.
18 Abril 1998
He vuelto a salir al pueblo, la
misma historia, la misma silueta, la misma ilusión.
19 Abril 1998
Estoy cansado de todo esto, voy a
averiguar qué rayos pasó esa noche.
Le deje un mensaje en el contestador a la tía
de Silvia, diciéndole que viniera a por ella, que iba a estar fuera unos días.
Le puse un mensaje escrito en un papel a Silvia, ya que ella no estaba en casa;
en el decía que iba a estar fuera unos días. No di motivos.
***
-Taxi.- Llamé. No hubo
respuesta.- Taxi.- Repliqué otra vez. Nada.
Decidí ir andando, no estaba muy lejos, una
o dos horas andando como mucho, cuando llegara allí iría a la casa del bosque
de mi hermano Alberto, le prometí que iría pronto ahí para hacerle una visita.
Ya de noche llegué al sitio del accidente.
Cruce la calle para llegar al camino que lleva a la casa de mi hermano cuando
unos faros me cegaron la vista. Era mi coche. Se abalanzaba hacia mí, no tenía
tiempo de reaccionar. Esta vez yo era el ciervo, yo era el maldito ciervo.
Cuando el note el frío acero de mi coche en contacto con mi piel, me di cuenta
de que nada era real. Perplejo, me dirigía a la cabaña de mi hermano cuando un
dolor tremendo me sacudió el costado. Que sorpresa me lleve al ver una herida
en la zona, donde en esa pesadilla de mi imaginación, había notado el duro
tacto del coche.
Pasados fácilmente los 10 o 15 minutos de caminata, llegué a la cabaña
de mi hermano Alberto, esa casita de madera rodeada de árboles. Toqué la
puerta. No hay respuesta. Empuñé el pomo y lo hice girar hacia abajo. Estaba
abierto. En el salón estaba puesta la cena. Tres platos de sopa, me recordaba a
“Ricitos de Oro”, el cuento favorito de mi hija. Esperé junto a la chimenea
mientras la llama coexistía entre las
breves cenizas que arropaban el frío suelo del fogón. Cansado de esperar, me
acosté.
20 Abril 1998
2:30 de la madrugada: Esta noche
no hubo pesadilla pero, algo me despertó. Un fuerte golpe. Salí al portón a ver que era ese extraño
ruido. Unas luces que salían de entre
los árboles, las seguí hasta darme cuenta de que no eran otras luces que las de
los faros de mi coche, de mi coche destruido, tras un maldito ciervo
atropellado.
Corriendo me acerque y tal fue mi sorpresa al ver a Claudia diciendo su
maldita frase:
-Despierta Germán. Por Dios, no
nos dejes ahora. Germán, no nos dejes ahora.
No estaba sola, Lucia estaba de pie, desesperada y angustiada. No hacia
mas que llamar por teléfono para pedir ayuda pero era casi imposible, en esa
zona no hay cobertura.
No pude resistirme. Tuve que tocarla. Tuve que sentirla otra vez.
Al tocar la Sueve piel de Lucia, un recuerdo invadió mi mente como una
manada de búfalos en el salvaje oeste. Era yo, estaba conduciendo por la
carretera, iba un poco bebido mientras Lucia no hacia nada más que repetirme
que le dejara conducir a ella, que no estaba en buen estado. De repente, ocurrió. Ese animal. Di un
volantazo para no atropellarlo y el
coche volcó, fue inútil, igualmente mate
a ese animal.
Lucia salió de entre los restos de esa tumba de metal, mientras, dentro,
Claudia intentaba despertarme.
-Despierta Germán. Por Dios, no
nos dejes ahora. Germán, no nos dejes ahora.
Lucia consiguió cobertura. Llamó. 15 minutos
después llegó la ambulancia.
Ayudaron a Claudia y a Lucia a sacarme del
coche. Se me nubló la vista. Deje de ver.
21 Abril 1998
Ahora lo comprendo todo, por eso
no me contesta mi hija, por eso estaban los tres platos de sopa, Lucia estaba
viva y junto con mi hija, cumplieron la visita que le prometí a mi hermano.
Silvia no estaba fuera de casa aquella noche del 19 de Abril de 1998, estaba en
la cabaña de mi hermano.
-Despierta Germán. Por Dios, no
nos dejes ahora. Germán, no nos dejes ahora.
Esas no eran
mis palabras de despertar, son mis palabras de despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario